Decido empezar el cara a cara entre el Renault Mégane dCi 130 y el Seat León 2.0 TDI 140
analizando el interior. Saco el metro y me pongo a la faena. Primer
susto: ¡la banqueta delantera está más baja que en el Seat! El valor
total es de cinco centímetros más bajo que el modelo español, que va de
deportivo. Paso al siguiente apartado. En mi cuaderno de notas apunto
"ancho interior: empate virtual", "maletero: empate virtual".
La igualdad es sorprendente, pero hay matices. Por ejemplo, el maletero: el León es más profundo en la cota máxima e igual en la mínima. Pero su asiento trasero no deja el suelo plano. En el Mégane
el suelo queda plano, pero su profundidad máxima es corta. Y para
reclinar los respaldos hay que quitar los reposacabezas. Me siento en
el León. Climatizador arriba, radio abajo. Es muy fácil de usar. En el
acabado Style Copa el navegador es de serie, pero no
puede enmascarar un salpicadero muy soso con materiales de menor calidad
visual, como el plástico gris brillante que domina la parte central.
Me lanzo a por el Renault Mégane. Detrás, tengo la
sensación de que está todo más abigarrado. El metro dice que es un poco
más estrecho y bastante más bajo. La postura es más erguida que la del
Seat. ¿Incómoda? No diría eso, pero tampoco es la mejor para trayectos
largos. Delante, la banqueta del francés está más baja, pero no
molesta.
El Seat León TDI 140 CV cede un poco de terreno a causa de su motor. Al ralentí se oye y es más tosco, pero en autopista los sonidos de rodadura enmascaran el toco-toco del TDI. En carretera el Renault Mégane dCi 130 me gusta. La asistencia de la dirección
disminuye en su justa medida y la insonorización está más lograda. En
ambos casos la estabilidad en línea recta es ejemplar, pero el León
exige un puntito más de implicación al conductor, aunque solo sea porque
su dirección es algo más rápida y directa. Estarás harto de oír que el
León es muy deportivo, pero es que es así.
El compacto español es divertido de conducir, te
permite enlazar curva tras curva sin problemas, frena bien, acelera lo
suyo... En las zonas más viradas, el francés se pelea con balanceo
si subes el ritmo. Claramente no es lo suyo. La dirección, como en
ciudad, transmite poca cosa, un mal extendido en todos los compactos
actuales. El Seat traza rápido y seguro. Su sistema XDS
de serie tiene bastante que ver, como el tarado de su suspensión: pocos
balanceos y mayor sequedad repercuten en una reducción del confort.